René Descartes, nacido en Francia en 1596, es ampliamente reconocido como el «padre de la filosofía moderna» y un polímata que dejó una huella indeleble en la filosofía, las matemáticas y la ciencia. Perteneciente a una familia de la nobleza de toga, su educación en el Collège Henri IV de La Flèche, una escuela jesuita, le proporcionó una sólida base en filosofía y matemáticas. Desde una edad temprana, su delicada salud le concedió el privilegio de la introspección, ganándose de su padre el apodo de «pequeño filósofo» por su constante curiosidad. Su vida fue un viaje en busca de la verdad y la certeza, que lo llevó a rechazar la escolástica tradicional en favor de un nuevo método basado en la razón.
La búsqueda de un fundamento indudable para el conocimiento culminó con la creación de su duda metódica, el concepto central de su obra seminal, el Discurso del método. En este proceso, Descartes decidió no aceptar ninguna premisa como verdadera sin un examen riguroso, dudando sistemáticamente de todo lo que creía saber, incluyendo la evidencia de los sentidos y la existencia misma del mundo exterior. Sin embargo, en medio de esta duda universal, encontró una certeza irrefutable: no podía dudar de que él, el que estaba dudando, existía. De este razonamiento surgió su famosa frase, »
Cogito, ergo sum,» que se traduce comúnmente como «Pienso, luego existo». Es importante señalar que la frase no implica que la existencia sea una consecuencia del pensamiento, sino que el pensamiento es la prueba misma e irrefutable de la preexistencia del ser. Este principio se convirtió en el punto de partida del racionalismo occidental.
El legado de Descartes se extiende mucho más allá de la filosofía. A él se le atribuye la creación del
dualismo sustancial, la distinción fundamental entre la mente (una sustancia pensante, inmaterial) y el cuerpo (una sustancia extensa, material). Esta visión, que concibió al cuerpo humano como una máquina sin una «fuerza vital» especial, influyó profundamente en la medicina. En matemáticas, su mayor contribución fue la invención de la
geometría analítica. Esta creación, que fusionó el álgebra y la geometría, permitió la representación de objetos geométricos mediante ecuaciones algebraicas, sirviendo como un puente para el posterior descubrimiento del cálculo infinitesimal.
El método analítico cartesiano supuso una ruptura definitiva con el aristotelismo escolástico que dominó el pensamiento hasta el siglo XVII. Su enfoque en la razón y la búsqueda de la certeza a través de demostraciones de tipo matemático se convirtió en un pilar del incipiente método científico. Su visión del universo como una máquina regida por leyes matemáticas influyó en la Revolución Científica y sentó las bases para el desarrollo de la tecnología moderna. El método analítico se le atribuye un rol en el progreso que impulsó la Revolución Industrial, la creación de la computadora y el desciframiento del genoma humano. Además, su sistema de coordenadas es una herramienta indispensable en la computación gráfica, la robótica, los mapas digitales y el GPS, demostrando cómo una idea filosófica abstracta, concebida para una revolución intelectual, puede convertirse en un pilar invisible de la tecnología cotidiana.
La búsqueda de la certeza de Descartes fue un grito de una época marcada por la crisis del conocimiento. Al encontrar un punto indudable en el sujeto pensante, no solo redefinió el punto de partida de la filosofía, sino que también ancló la confianza en la razón individual, un ideal del humanismo y la Ilustración. Su obra, el
Discurso del método, es un prólogo a la modernidad, y se considera que Kant, al ofrecer una síntesis del racionalismo y el empirismo, fue el filósofo que «remató y cerró el ciclo cartesiano». La visión de Descartes impuso la objetividad sobre la subjetividad de su época y su legado perdura como un faro para la búsqueda de la verdad y la certeza a través de la razón y el método.
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