La constante conexión digital de niños y adolescentes, si bien facilita la comunicación, ha generado preocupación sobre el deterioro de las habilidades sociales y la empatía. La pregunta central es si el scroll está reemplazando la capacidad esencial de la conversación profunda y el compromiso social.
Pablo Rivas, desde «Pablo 360», pone en relieve la investigación de la psicóloga y autora Sherry Turkle, quien en su obra Alone Together advierte sobre la «conexión sin compromiso». Esta paradoja digital implica estar siempre conectados, pero a menudo solos, ya que se evita la complejidad de la interacción social real.
La solución pasa por establecer tiempos sin tecnología de manera estricta. Rivas enfatiza que el desarrollo de habilidades sociales en niños de primaria requiere de un amplio espacio para el juego no estructurado y presencial, donde aprenden a negociar, a compartir y a resolver conflictos de manera empática.
Para los bachilleres, la IA introduce una nueva variable. Si bien las interacciones con chatbots pueden reducir la ansiedad social en ciertos casos, pueden mermar la tolerancia a la ambigüedad humana y la lectura de emociones. Es vital que los jóvenes usen la tecnología como un medio para mantener lazos sociales reales, no para sustituirlos.
El rol del padre debe ser el de un facilitador de espacios sociales reales. Fomentar actividades familiares sin pantallas, encuentros con amigos en persona y el desarrollo de hobbies grupales son esenciales para que los jóvenes desarrollen la capacidad de aburrirse y, a partir de ahí, la conversación espontánea y la creatividad.
En conclusión, la tecnología es un puente, no un destino social. Los padres deben ser conscientes de que la empatía, la negociación y la lectura de las señales no verbales solo se aprenden a través del contacto humano directo. El mensaje es contundente: la conexión real es irremplazable y debe ser priorizada sobre la digital.
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